A continuación te invitamos a leer un pequeño texto que habla sobre el mestizaje tanto en Chile como en el resto de América Latina, el cual fue redactado por la antropóloga chilena Sonia Montecino.
El término mestizaje ha sido utilizado de preferencia para referirse al suceso biológico del cruce de razas. Es así como en el Dicciónario de la Lengua Española se lo define como; ''Cruzamiento de
raías diferentes. Conjunto de individuos que
resultan de este cruzamiento".
También mestizar es entendido como
"Mezclar las castas por el
ayuntamiento o cópula de individuos que no
pertencen a una misma"; ambas
palabras provienen del latin mlxtus'. mixto.
Sin duda este sentido biológico del concepto ha sido el que se ha empleado con
mayor extensión. No obstante, se ha complejizado
al comenzar a agregársele una serie de acepciones que, como veremos, harán de él un concepto con una multiplicidad de matices y un tema de debate aún
no resuelto.
Abordar
el mestizaje como un término que excede lo
puramente biológico, se liga a su uso
en la comprensión de la historia particular de América Latina. Así, su sentido como un proceso
que se instala, por así decirlo, en
nuestro continente comienza a tener vigencia: "Ninguna
parte del mundo ha presenciado un cruzamiento de razas tan gigantesco como el que ha estado ocurriendo en América Latina y el Caribe desde 1492...desde
cierto punto de vista, el desarrollo de las
relaciones raciales y el mestizaje
constituyen el tema principal de
toda la historia de América latina...", nos dirá Magnus MornerJ,
Pero, el mismo autor entregará una primera clave al preguntarse: "¿Cuál es
la importancia biológica de! mestizaje? Probablemente insignificante, Entre las razas contemporáneas no se ha encontrado ninguna diferencia biológica fundamental; ellas representan evoluciones paralelas a partir de los humildes
principios del hombre"2.
De este modo, el tema de las razas, de lo puramente biológico cederá un
lugar a otro tipo de procesos ligados a la historia de nuestros territorios: el acoplamiento de las personas es un acoplamiento de las culturas. El autor ya mencionado expresará que la relevancia
del mestizaje residirá en su "...íntima
relación con dos procesos sociales:
la aculturación -esto es la mezcla de elementos culturales-, y la
asimilación -o sea la absorción de un individuo o un
pueblo por otra cultura"3-.
Môrner dibuja, a nuestro juicio, los
ejes en que se debatirán las discusiones,
reflexiones y elaboraciones en torno
al concepto: las interconexiones del
mestizaje como una dinámica que involucra
simultáneamente múltiples e
intrincados elementos biológicos (miscegenación),
culturales(valóricos y simbólicos) y
socio-económicos (jerarquías,
dominaciones).
Algunas ópticas acentuarán los significados "raciales" del mestizaje, y aunque atribuyan determinadas características culturales a los pueblos que se ayuntan, harán primar las valoraciones biológicas, como se aprecia, por ejemplo, en los planteamientos de Encina y
Palacios en Chile4. En otros casos se subrayarán los contenidos sociales y económicos del mestizaje, como
para Max Salinas quien sostiene que "Mestizos, mulatos y zambos pasaron a ser cada vez más una inquietante población inadaptada, desarraigada
con respecto a sus matrices originarias, y
sobre todo, con respecto al orden que pretendían consolidar los blancos. Muchos de estos mestizos fueron fruto de la violencia sexual de los soldados de la temprana Conquista o de la clase dominante blanca que tempranamente
se imponía en el continente"5.
Este mismo autor sostiene que la
estructura de dominación ha impedido
que se haya formado un "pueblo
nuevo" a partir del mestizaje y
cita a Eduardo Galeano para explicar el por qué de ello: "Tenemos
una historia oficial que ha sido contada
como si hubiera ocurrido solamente
entre blancos, ricos y machos. Y esa
historia oficial es el resultado de
una cultura hecha para que los blancos, los ricos y los machos sigan
siendo los dueños de nuestros países"6.
Otras miradas se detendrán en los
aspectos simbólicos del mestizaje, en
las diversas expresiones
materiales, artísticas y valóricas de
la amalgama cultural como es el caso,
entre otros, de Gisbert, Castedo, García
y Merewether7.
Pero, han surgido otras visiones sobre el mestizaje que aportan mayor complejidad a las anteriormente
reseñadas. Es el caso de Pedro Morandé quien
postula que este proceso, que
conlleva simultáneamente la mezcla biológica y cultural, tendrá como corolario la producción de una síntesis social que dará nacimiento al particular ethos latinoamericano barroco y mestizo. Expresión prístina de éste será la religiosidad popular que "...se ha revelado como un depósito particularmente
vigente de la síntesis cultural fundante de
América Latina, producida en los
siglos XVI y XVII, que guarda celosamente la variedad e interconexión
de los sustratos indios, negros y
europeos"8.
En
un plano similar -aunque más integrador de
elementos simbólicos, sociales, económicos y
biológicos- encontramos la postura de Jorge Guzmán para quien la categoría del mestizaje es en primer lugar "...una característica del sistema semiótico latinoamericano y sólo secundariamente un tema
relacionado con la genética, es decir
como algo que tiene que ver con la
forma y color del cuerpo nuestro.
Pero tampoco puede dudarse de que los dos componentes, el semiótico y el somático, son
inseparables y en cierto modo, indistinguibles. Todo hombre y mujer vive en relación significativa con su cuerpo, pero ese cuerpo pertenece a una cultura
determinada, y la cultura nuestra es, en
este aspecto, más compleja que las
culturas no mestizas"9.
Para este autor nuestra base popular es producto de la cohabitación de españoles e indias que, a partir de la Conquista, gestará un complicado
sistema social que nos es difícil asir en
toda su realidad pues "...en
ella vivimos...y porque ha originado
sociedades que precisamente por ser mestiza su cultura, tienen una intensa resistencia a reconocerla. La más señalada característica de esta cultura es que consiste, de hecho, en la
interacción dialéctica de dos culturas
opuestas, interacción que existe en
cada individuo de la región"10. De este modo, Guzmán enfatizará en
la vigencia simultánea con que operan
las diversas matrices culturales en
cada sujeto latinoamericano, agregando que todos los sujetos que pertenecen a una comunidad mestiza son mestizos "...independientemente de su particular origen étnico. Incluye también, que una de las dos culturas sea dominante y prestigiada, mientras la otra es dominada y despreciada"11.
Así,
el sujeto mestizo portará en sí mismo las
vertientes culturales que lo constituyen,
circulando "... interminablemente
entre las dos culturas y no puede suscitar una
sin que, de alguna manera, la otra, la que desde siempre ha estructurado como opuesta, sea suscitada juntamente"12.
Por último, Guzmán planteará que el término mestizaje es ambiguo y que sus denotaciones son problemáticas en nuestra existencia: "...nadie duda de la
presencia de la mesticidad en nuestras sociedades, pero al mismo tiempo, nadie sabe qué hacer concretamente con ella. Pueden señalarse muchas razones diversas de este desconcierto. Pero la mayor es la
confusión entre lo étnico y lo cultural,
mejor dicho entre lo me-tafísico y lo
histórico...(por ello el uso de la palabra mestizaje) en contextos culturales se siente especialmente peligroso"13. El autor propondrá
entonces utilizar la categoría
blanco/no blanco como sinónimo de
mestizaje y como eje articulador de la
cultura latinoamericana.
Recientemente, en Perú, algunos autores han intentado una relectura del mestizaje como un modo de
"... indagar en la crisis de los
paradigmas economicistas y la
reemergencia de la cultura como factor
explicativo, como espacio desde el cual pensar el destino del Perú"14. Esta relectura toma
como punto de partida las reflexiones de José María Arguedas, e intenta
conjugar los términos de mestizaje, igualdad
y violencia como "...problemas que remiten a conflictos individuales pero que tienen un origen social. Los tres, además, muy relacionados tanto en el mundo interior
como con la propia sociedad peruana. El
problema del mestizaje se refiere a las
enormes dificultades para integrar ideas y sentimientos de matrices culturales
muy distintas"15, a raíz de la desigualdad de poder y prestigio de los mundos que se acoplan. Pero, para Arguedas el mestizaje "...es otra cosa. Implica integración y orgullo, libertad y gratitud, apertura y tolerancia". La interrogante que emerge
es si es posible pensar en esa "utopía"
del mestizaje en el mundo andino en
donde "Desde los blancos es
vivido como un peligro que debe ser evitado.
Una vergonzosa contaminación. El
ideal es ser puro. Toda mezcla es
inferior e ilegítima. Mestizaje es sinónimo
de bastardía. Desde la otra orilla,
la dominación étnica no implica un
tabú al intercambio cultural, la permeabilidad
es mayor"16. La propuesta
de Arguedas, no obstante, se instala
como "...el anuncio de un país en que por sucesivas aproximaciones
se irían fusionando el mundo andino, el
mundo occidental". Por último se destaca
que "...el repensar el mestizaje,
produciendo un nuevo concepto, sacando
a luz y reinterpretando viejos hechos,
es la manera en que Arguedas trata de
construirse una identidad para sí y
para el mestizo"17.
Desde un plano similar, el psicoanalista peruano Max Hernández18 abordará el tema del mestizaje en su análisis del Inca Garcilaso de la Vega sosteniendo que la "identidad quebrada y ambivalente, el disimulo y
la desconfianza, la angustia, las oscilaciones
sísmicas entre la arrogancia y la humildad,
la vergüenza frente a la mixtura
original sentida como hi-bridismo, la
obsesión por los orígenes y el
evitamiento del saber histórico son
frecuentes entre nosotros. Tales problemas
hacen que sintamos el mestizaje como
un desgarro y que reconozcamos como lo
más nuestro el desarraigo".
Para muchos pensadores el mestizaje -en
tanto proceso social- supone una identidad
particular a los sujetos que son producto de él. Desde una óptica que indaga en
la producción cultural de las diferencias sexuales el mestizaje es percibido como un hecho que especificará
las condiciones del género femenino y masculino y que otorgará definiciones de identidad
a cada uno de ellos. En ese sentido, la
historia misma del mestizaje en nuestros territorios marcará la constitución de los géneros en donde..."la ilegitimidad y la presencia de lo maternal femenino componen una trama de hondas huellas en el imaginario
social. Los perfiles de la mujer sola; del
hijo procreado en la fugacidad de las
relaciones entre indígenas o mestizas
con hombres europeos; del niño huacho arrojado a una estructura que privilegia la filiación legítima de la
descendencia; de la madre como fuente del
origen social"19.
Desde este argumento, el mestizaje
produciría una categoría cultural de
lo femenino como madre y de lo
masculino como hijo de una madre,
aunque lo masculino en tanto padre es ausencia.
Como podemos apreciar, por el breve recorrido realizado, el concepto de mestizaje entraña
dificultades toda vez que alude a una realidad
en donde se interconectan factores
biológicos, históricos, sociales, económicos
y culturales. Los modos en que esos factores se relacionarán dependerán de los enfoques y de sus acentos en la dominancia de uno u otro. Lo que queda de
manifiesto es que la propia ambigüedad del
término hace mimesis con los fenómenos a
los que alude. Para algunos será sinónimo de
mezcla y de síntesis de pueblos y
culturas, para otros de lucha y
antagonismo entre culturas, también aparecerá
como superposición, como una estratigrafía de capas que conformando un todo no se alian unas con otras. Pensamos que esa diversidad de maneras de comprender el mestizaje está en consonancia con la idea de que el proceso de fusión (amoroso o violento) en América Latina aún no termina (y tal vez eso sea una de las características más prístinas de nuestro continente) y que por ello, asir en un sólo concepto el laberíntico movimiento que supone, no es fácil, sobre todo para quienes estamos involucrados en alguno de sus polos.
Para finalizar, ilustraremos algunos de los tópicos rozados antes para proponer una virtual mirada desde Chile. En nuestro territorio también el mestizaje ha sido un proceso
que ha gravitado fuertemente en la
constitución de nuestra identidad. Sin
duda nuestro país -como el resto de
América Latina- es fruto de esa experiencia
histórica que unió sangres y
representaciones. En sus inicios la relación
entre mujeres mapuche y españoles hizo
posible el nacimiento del
"mestizo al derecho", un sujeto por lo general ilegítimo (huacho), que fue socializado por su madre indígena dentro del espacio dominado por los peninsulares. Más tarde, con la aparición de las mujeres españolas, emerge el
"mestizo al revés", fruto de las
relaciones entre éstas y los mapuches del "interior de la tierra"
(la Araucanía).
El
destino de los mestizos procreados por las
cautivas -ya sea mapuches o españolas- fue distinto
si eran al "revés" o al
"derecho". Para los primeros (la
mayoría), descender de una madre mapuche,
no ser reconocidos por su padre, posicionarse en los estratos sociales más bajos, significó un estigma y una marca que, hipote-tizamos, ha dejado sus huellas hasta hoy. Ser huacho, ilegítimo, vástago de un padre ausente, y de una madre indígena presente, traza la alegoría de una experiencia que, dibujada desde antaño en las representaciones del imaginario social, irá transmitiendo sus signos de
generación en generación. Por el
contrario, ser el producto de una
madre española (una shiñurra) y
de un padre indio, generalmente un lonko
(cacique), significó prestigio y valoración dentro del universo mapuche. Los mestizos al revés, a diferencia de los al derecho, tuvieron su lugar dentro de una familia y un patronímico que los identificó como descendientes
de un linaje.
Pensamos que la vivencia del mestizaje en la zona central chilena y la valoración negativa que de éste había, hizo surgir un rasgo que caracteriza a nuestra cultura y que todavía se reproduce: la negación del origen y el consecuente "blanqueo". Todo lo blanco es superior a lo no blanco, por ello
la madre india (real o simbólica) debe
ser obliterada. Las consecuencias de la "escena original" que funda a
los mestizos y a su particular cultura, es
decir la ilegitimidad, hace que el dolor social de ser "mirado en menos", sea mitigado
por el olvido. Un olvido que conducirá
a ponerse las máscaras del otro, del
Padre fantasmático y poderoso, del blanco, y cubrirse de sus ropas, de
su lenguaje, asimilar su Ley. Sin embargo, a
pesar nuestro y sin quererlo, el lado
no blanco, ese lado que percibimos
como nocturno, ilumina y conduce
nuestras acciones como una gramática
que no está en nuestra conciencia,
pero sí en nuestra habla, en
nuestros ademanes y en nuestros sueños.
Esa presencia constante del lado no blanco debe ser leída en términos de que en cuestión de gestación y crecimiento del sujeto no hay opciones20, puesto que la experiencia de su constitución está determinada por la existencia de ambos polos: el blanco y
el no blanco, por tanto el mestizo encarna esa cópula, y su devenir las consecuencias culturales de la misma. El problema es la devaluación del sitio no blanco en que su ser anidó, ese espacio femenino indígena que cautivo en los avatares de la violencia fue cuerpo tomado y cuerpo abandonado; pero que en su desamparo abrigó, alimentó y nutrió de códigos al hijo mestizo. Doble
sentimiento: rechazo y culpa, negación y valoración de esa silueta que envuelta en paños oscuros propició el
crecimiento de sus huachos.
Quizás esa ambigüedad que tiñió a la madre mapuche, y simbólicamente el
doble juego de negación y absorción de todo
lo que ella representaba como
discurso cultural, trajo como
corolario la necesidad de inventarse
un origen menos problemático. Así,
hasta hoy podemos rastrear el orgullo de sentirse descendientes de "no chilenos". En el imaginario colectivo es como si todos procediéramos de inmigrantes21. Esa
"extranjería" espejea en
otra migración, la que hacemos de lo
materno mapuche y arcaico a una zona
en donde lo indígena ha sido reducido
a "lo otro" (de lo Uno blanco).
Una vez relegada esa madre a la
tierra exótica de las "sociedades primitivas"22, se establecen las fronteras de nuestro propio extrañamiento.
Así, lo que se oblitera simbólicamente en la constitución de nuestra identidad es la madre india, sacrificio necesario para que nuestro mestizaje se vista de blanco; muerte que permite un renacimiento y la sutura parcial de las heridas. Pero la Madre, en tanto arquetipo fundante, vivirá en el
culto mariano, cuyos símbolos y rituales sincréticos verifican nuestro origen en un vientre
común23; ella, alegorizada en La Tirana, la Candelaria, la Virgen
del Carmen, entre otras advocaciones, amortiguará el
conflicto del origen al erigirse como
fuerza genésica, manto protector,
cobijo de todos, de blancos y no
blancos, de mestizos, de indios. De este
modo, la Madre en el cielo nubló con
su fulgor la imagen fundacional de la
madre mapuche; pero no oscureció su
rostro de dadora de la vida, de madre sola,
de madre poderosa.
El recorrido que hemos propuesto desea trazar la correspondencia de
una historia en donde lo femenino y lo
indígena son representados como valor y como antivalor. Por una parte, se esconde lo mapuche al negar el nacimiento
de nuestra sociedad a través del mestizaje
y lo que allí resulta des-amable es la madre india; pero al mismo tiempo se sacraliza lo materno como fuente de todos los mestizos: la Virgen Madre como símbolo del origen colectivo de la comunidad. Entonces, nuestra cultura construirá a la mapuche como la "otra mujer" dejándola en la ribera de todo lo que es Uno, en la reducción donde pervive "la mapuchidad" como diferencia; y también en los profundos recuerdos de nuestra
psiquis será transformada en "la otra madre" -en tanto nana, empleada- diciendo con ello que la aceptamos como la co-madre de nuestros hijos, porque ella alguna vez fue
la madre de un hijo que se parece mucho a
nosotros.
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