Opinión Personal.


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Personajes de la Colonia. Biografias, Parte II.

Alonso de Ribera.

Alonso de Ribera nació en Ubeda, España, en 1560, y murió en Concepción el 9 de marzo de 1617. Fue hijo natural del hidalgo y capitán Jorge de Ribera Zambrana y Dávalos -quien pretendía ser descendiente de los Reyes de Aragón- y de Ana Gómez de Montecinos y Gómez de Pareja.
Después de estudiar Matemática, Ribera se unió como soldado al ejército español de Flandes, donde inició una larga y exitosa carrera militar.
Desde 1583 participó en importantes contiendas en Francia junto a Alejandro Farnesio, duque de Parma. Además, integró la invencible Armada española de 1588 y las huestes del cardenal archiduque Alberto, gobernador de los Países Bajos.
La extensa trayectoria militar de Ribera, le valió el reconocimiento del Rey Felipe III, quien en 1599 lo nombró Gobernador y Capitán General de Chile, cargo que ejerció primero entre 1601 y 1605 y luego entre 1612 y 1617.
Alonso de Ribera contrajo matrimonio con Inés de Córdoba y Aguilera. 




Consecuencias del Desastre de Curalaba

El Desastre de Curalaba (1598) no solamente implicó la muerte en combate del Gobernador Martín García Óñez de Loyola, sino que también el despoblamiento de las ciudades de Santa Cruz de Óñez, La Imperial, Valdivia, Osorno, Angol y Villarrica, todas ellas ubicadas al sur del Biobío. La misma suerte corrió, aunque temporalmente, Chillán e incluso el fuerte de Arauco y Concepción fueron sitiados y lograron repeler el ataque de los mapuche liderados por Pelantaru.

La lucha parecía estéril. El ejército español, integrado fundamentalmente por vecinos de las ciudades que cumplían la obligación legal de contribuir a la defensa del territorio, era ineficiente a los ojos de las autoridades españolas. Por ello se imponía tomar la decisión de dar un giro radical a los hechos y poner freno a las acciones de los indígenas. Con este fin se eligió a Alonso de Ribera como Gobernador.

Organización del ejército

El nuevo Gobernador salió de Sevilla, España, en abril de 1600, con sólo 300 hombres. Llegando a América se entrevistó con el ex Gobernador Alonso de Sotomayor, quien le informó sobre las características de la Guerra de Arauco. Luego, se dirigió al Perú y finalmente llegó a Concepción en febrero de 1601.

Tras arribar a Chile, Ribera evaluó la situación del ejército, que él mismo describió: "Estaba esta gente tan mal disciplinada y simple en las cosas de la milicia que nunca tal pudiera imaginar ni me sería posible dallo a entender". Las medidas que tomó para remediar esta situación fueron varias: reorganizó a las tropas de infantería; impuso la disciplina militar; puso orden en los campamentos; se preocupó tanto del vestuario, de la alimentación y del pago de los soldados, como también del armamento, los animales y todo lo necesario para la guerra.

Estos esfuerzos fueron complementados con la creación, en 1604, de un ejército permanente de 1.500 hombres, pagados con los dineros del Real Situado. Todo esto fue complementado con la adopción de una serie de medidas para asegurar el abastecimiento de las tropas dentro del mismo Reino.

Surge la Frontera de Arauco

Con una visión de estratega, Ribera planteó la necesidad de concentrar las fuerzas españolas en una línea fronteriza conformada por varios fuertes que, a medida que se fuera consolidando el dominio hispano, avanzaría hacia el Sur.

En las campañas realizadas durante su primer gobierno, logró introducirse en territorio mapuche y construyó 19 fuertes, algunos de ellos provisorios.

Reformas administrativas y asuntos indígenas

Alonso Ribera es el responsable de la primera organización de la propiedad colonial en Santiago y sus alrededores. En agosto de 1603, designó a Ginés de Lillo para realizar una visita general de todas las tierras, la que implicó la medición de las propiedades particulares concedidas por los gobernadores y el Cabildo, y la fijación de los límites de estas, siempre en permanente litigio.

El Gobernador también se preocupó de la situación de los indígenas sometidos a régimen de encomienda, tratando de eliminar los abusos de que eran objeto por parte de los españoles. Por ejemplo, prohibió que los naturales cargasen en sillas de mano a las mujeres que iban a misa o de visita.

En 1603, estableció una nueva Tasa o reglamentando la labor indígena en las encomiendas, que restablecía el trabajo personal de los indígenas, pero con un sistema especial llamado demora: un tercio de los naturales de las minas trabajaban 8 meses, quedándole dos años y cuatro meses para dedicarse a sus actividades, antes de que les tocara retornar a las labores mineras.

Sus costumbres ponen fin a su gobierno

La actitud desenfadada del Gobernador, acostumbrado a la rica vida cortesana de Flandes, escandalizó a una sociedad colonial retraída y austera como la chilena. Ribera introdujo algunas prácticas sociales desconocidas para la época: los grandes banquetes, las fiestas, los juegos de naipes y otros prohibidos por el Rey, los trajes suntuosos y el novedoso tenedor en la mesa. A esto se agregaba la actitud galante del Gobernador hacia las muchachas del Reino.

Estas costumbres, sumadas al hecho de que Ribera se había casado con una criolla sin el permiso previo del Rey -requisito indispensable para los gobernadores y jueces, debido a la prohibición que existía al respecto-, motivaron severas acusaciones en contra suya que le costaron el desprestigio y el fin de su primer mandato en 1605.

Ribera fue sometido, como correspondía, a un juicio de residencia; en el que se examinaban todas las quejas que quisiera hacer cualquier persona respecto de alguna autoridad. El de Ribera incluyó varias denuncias: se le acusó de tratar con rudeza a los soldados,abrir la correspondencia ajena, favorecer a los parientes de su mujer, realizar juegos de azar, perseguir a dos clérigos y ser hombre de poca devoción. Luego de dejar la gobernación, se trasladó a Córdoba con su familia, donde permaneció hasta 1612, cuando nuevamente asumió la gobernación de Chile.

Segundo gobierno: guerra defensiva

El segundo mandato de Alonso de Ribera se puede resumir en dos hechos fundamentales: el establecimiento del sistema de guerra defensiva, planificado por el padre Luis de Valdivia -principal impulsor de su nueva designación- y la llegada de corsarios holandeses, descubridores del Cabo de Hornos.

El plan del padre Luis de Valdivia, quien para poder ejecutar sus ideas pidió expresamente al Rey Felipe III la designación de Ribera, no podía ser más diametralmente opuesto al que estableciera el Gobernador uno cuantos años antes. El sacerdote planteaba dejar estática la Frontera que separaría la zona española y la zona indígena, permitiendo sólo a los misioneros incursionar hacia el Sur. A pesar de que no estaba totalmente de acuerdo, Ribera cumplió e hizo cumplir sin críticas las órdenes reales que establecían la guerra defensiva en Chile.

El fracaso del sistema, sobre todo después de la muerte de los misioneros enviados por el padre Valdivia, convenció al Gobernador de la inutilidad de este tipo de guerra. La autoridad y el sacerdote rompieron las relaciones cordiales que hasta entonces habían sostenido.

Los corsarios

Dentro de las últimas tareas realizadas por Ribera estuvo la defensa de las costas chilenas del ataque de los corsarios holandeses (1613). Se trató de una escuadrilla de 6 naves que la Compañía Holandesa de las Indias Orientales envió a las Islas Molucas, por la vía del Estrecho de Magallanes, al mando del almirante Joris van Spilbergen. En cuanto tuvo noticia de la presencia de estas naves, Ribera preparó la fortificación de Valparaíso y de Concepción. Spilbergen no atacó las costas, siguiendo rumbo al norte. Fue en esta misma época que una expedición al mando de Jacobo Le Maire y del piloto Wilhelm Cornelisz Schouten descubrió, el 29 de enero de 1616, el Cabo de Hornos. 


Mateo de Toro-Zambrano y Ureta.


El Conde de la Conquista nació en Santiago en 1727. Sus padres fueron Carlos Toro y Zambrano Escobar, y Gerónima de Ureta y Prado. Contrajo matrimonio en 1751 con María Nicolasa Valdés y Correra, y dejó de 8 hijos: José María, José Gregorio, Eusebio Joaquín, Domingo José, Josefa, María Mercedes, Mariana y María Inés.

Desde su juventud, Mateo de Toro se dedicó al ejercicio del comercio, actividad que con el pasar del tiempo le procuró una de las fortunas más considerables de Chile. Su riqueza también significó la posibilidad de adquirir honores. En el Cabildo de Santiago desempeñó distintos cargos: fue regidor, alcalde de Aguas (1750) y alcalde Ordinario (1761).
Además, le correspondió asumir como Corregidor de la misma ciudad (1762-1769) y superintendente de la Casa de Moneda (1772). En 1770, Carlos III le concedió, a él y a sus herederos, el título de Conde de la Conquista.

Fue Gobernador de Chile en 1810, año en que asumió como presidente de la Primera Junta de Gobierno. Murió a inicios de 1811.

La sublevación indígena

Mateo de Toro y Zambrano tuvo una lucida actuación cuando, siendo Corregidor de Santiago, en 1769 se produjo una sublevación de los indígenas en la frontera de Arauco. Organizó el envío de armas, municiones y víveres de todo tipo, y habilitó -con su propio dinero- una compañía de caballería que se encargó de vigilar los pasos cordilleranos cercanos a Santiago. Asimismo, fue oficial y jefe de un cuerpo de milicias en Santiago.
Al retirarse debido a su edad solicitó, como compensación a sus servicios, que se le concediera el grado de brigadier del Ejército, lo que fue rechazado en 1801. Sin embargo, ocho años más tarde logró realizar su pretensión.



El cautiverio de Fernando VII

La invasión napoleónica a España (1808) fue el detonante de la desarticulación del Estado imperial español. Cautivo el Rey Fernando VII, las antiguas instituciones de gobierno en España demostraron ser inoperantes. En varias ciudades y pueblos comenzaron a aparecer distintas juntas de Gobierno, que en 1809 se reunieron en la Junta Central, la que se radicó en Sevilla. Esta gobernó hasta principios de 1810, cuando se disolvió debido al avance de las tropas francesas, no sin antes traspasar el poder al Consejo de Regencia y convocar a las cortes extraordinarias que se reunirían en Cádiz.

En Chile, toda esta situación se veía agravada con los desaciertos y arbitrariedades cometidas por el Gobernador Francisco Antonio García Carrasco, quien se ganó el rechazo del Cabildo y de la aristocracia de Santiago. La presión sobre el Gobernador fue enorme y este, finalmente, se vio obligado a renunciar el 16 de julio de 1810.

Gobernador de Chile

De acuerdo a lo dispuesto por una Real Cédula de 1806 -que establecía que en caso de vacancia en el cargo de Gobernador, este debía ser asumido por el militar más antiguo con un grado igual o superior al de coronel- Mateo de Toro y Zambrano llegó a la Gobernación del Reino cuando tenía 85 años de edad.

La situación política era compleja: muchos deseaban establecer una Junta de Gobierno que administrase los territorios durante el cautiverio del Rey Fernando VII, opinión que era especialmente defendida por el Cabildo de Santiago. Otros, en cambio, aspiraban a mantener la situación existente y no realizar modificaciones.

Ambos sectores visitaban a don Mateo para buscar su apoyo. Finalmente, el 13 de septiembre de 1810, el Cabildo logró que el Gobernador se aviniera a realizar una reunión en la que participaría la institución capitular, los jefes militares, los superiores de las congregaciones religiosas, los representantes de diversas instituciones y el vecindario noble de la ciudad, para decidir qué curso de acción tomar.

La Primera Junta de Gobierno

Toda clase de rumores se escuchaban en Santiago en esos días. Algunos, incluso, decían que de formarse una Junta se alteraría hasta la vida de las congregaciones de religiosas y que se confiscarían sus bienes. Para calmar las aprehensiones de los religiosos, Toro Zambrano debió redactar una carta desmintiendo tales afirmaciones.

La reunión del vecindario noble y los jefes de corporaciones se efectuó el 18 de septiembre de 1810. Tras escuchar el dictamen del procurador de la ciudad, José Miguel Infante -quien defendió con todos sus conocimientos legales la postura favorable a la conformación de una Junta-, don Mateo renunció a su cargo. Inmediatamente, se conformó la Junta, de la cual fue elegido como Presidente.

Uno de los primeros asuntos que se debió atender fue el anuncio del arribo de Antonio Valcárcel, Marqués de Medina, quien había sido nombrado Gobernador de Chile por el Consejo de Regencia.

El gobierno que encabezaba decidió rechazar tal pretensión, contando con la ayuda de la Junta de Buenos Aires.

Toro Zambrano también participó en la discusión del decreto que, promulgado en 1811, estableció la libertad de comercio, pero no alcanzó a sellarlo con su firma pues falleció en la noche del 26 al 27 de febrero de 1811. Su espíritu estaba bastante alicaído desde hacía un mes debido a la muerte de Nicolasa Valdés, su mujer. La Junta dispuso que su funeral se efectuase en el templo de La Merced y la ceremonia fue muy concurrida.

Personajes de la Colonia. Biografias.

Ambrosio O'Higgins.
 
(Ballenary, actual Irlanda, 1720 - Lima, 1801) Militar y político español de origen irlandés que fue gobernador de Chile y virrey del Perú, considerado el más ilustre de los gobernadores de Chile durante la Colonia. 

Poco se sabe de su vida anterior a la llegada a Chile. Tuvo una excelente formación académica pues, además de ser un gran matemático, tenía conocimientos de arquitectura y dominaba varios idiomas, incluyendo el griego clásico. Emigró a España en 1751, aprovechando las facilidades que concedía la corona española a los habitantes católicos de Irlanda. 

En 1756 se embarcó hacia Buenos Aires en representación de una importante casa comercial de Cádiz. Viajó luego a Chile, donde tomó contacto con comerciantes de Valparaíso y Santiago, para regresar a España a obtener las autorizaciones legales para su establecimiento en América. Logró también su nombramiento como ingeniero delineador, que ejerció al llegar a Chile en 1763. Debió atender las fortificaciones de Valdivia, e ideó y construyó refugios en el camino de Uspallata, para mejorar el tráfico con Argentina, y otras obras de carácter militar. 

Poco a poco fue dejando sus actividades comerciales para concentrarse en la carrera administrativa y militar, que se avenía más a sus gustos. Después de un viaje a Buenos Aires y a España para finiquitar sus empresas, se estableció en Concepción (1766). De esa época es el estudio Informe sobre el Reino de Chile, que presentó a las autoridades coloniales y que trataba la temática de la personalidad y mentalidad de los mapuches y huilliches. 

En 1769 fue nombrado capitán de Dragones y, como tal, debió dirigir en enero de 1770 la defensa del fuerte Antuco, asediado por importantes fuerzas indígenas. Gracias al apoyo del ex gobernador Manuel Amat y Junyent, entonces virrey del Perú, el rey hispano lo nombró comandante de caballería. Fue así ascendiendo en la escala militar hasta llegar a brigadier, tanto por sus méritos como por sus insistentes peticiones de reconocimiento. En 1786 fue nombrado gobernador interino de Concepción y dos años después gobernador del Reino de Chile.



Gobernador de Chile

Los primeros meses de su administración transcurrieron en la recopilación de datos sobre el estado de las finanzas públicas de la recolección de impuestos, de la producción agrícola y minera y del comercio interno y externo. Hombre extremadamente metódico, realizó un listado de necesidades de obras públicas. Con toda esta información estableció un plan de trabajo para ser realizado en diez años, plazo que se había propuesto ejercer el cargo. 

Paralelamente se dedicó a poner al día la administración del gobierno y a implantar con mano de hierro el cumplimiento de las normas y reglamentos, con exigencias de honradez y eficiencia absolutas. Viajó al norte del país donde fundó Santa Rosa de los Andes, Illapel, Combarbalá y Vallenar, y dio facilidades a los productores de esas zonas para mejorar la comercialización y exportación de sus productos. Luego se dirigió al sur, donde fundó Constitución, Linares y Parral. En enero de 1796 pudo repoblar Osorno, gracias a la paz lograda con los mapuches en el parlamento de Negrete, el 4 de marzo de 1793. 


Catalina de los Ríos y Lisperguer.


Raquel Argandoña personificó en 1987 a La Quintrala en una de las muchas versiones que se han hecho de la vida de esta mujer colonial.

 
(Llamada la Quintrala; Santiago, 1605 - 1665) Terrateniente chilena. Perteneciente a la rica familia de los Lisperguer, ha pasado a la tradición popular como una pérfida mujer. Se le atribuyen numerosos asesinatos, entre ellos el de su padre, algunos de sus amantes y esclavos e indios de encomienda, a los cuales martirizaba. Célebre por sus crímenes y crueldades, su figura ha pervivido en la cultura popular chilena como símbolo de la perversidad y de la opresión colonial y ha inspirado numerosas creaciones literarias, teatrales y cinematográficas.

Conocida como "La Quintrala", Catalina de los Ríos pertenecía a una poderosa familia encomendera de Santiago. Tenía ascendencia alemana e indígena por línea paterna. Al quedar huérfana de madre, fue criada por su abuela. Se dice que el nombre de "Quintrala" proviene del hecho de que su padre la llamaba "Catrala" de pequeña. Desde muy joven se manifestaron sus instintos sanguinarios. En 1623 asesinó a su progenitor poniéndole veneno en la comida.

Fue asimismo encausada por la muerte de Enrique Enríquez de Guzmán, caballero de la Orden de San Juan que la pretendía en matrimonio: enojada por tal pretensión encomendó a un esclavo que lo matara a palos; el esclavo recibió pena de muerte y a ella se le impuso una multa en dinero. Se concertó su matrimonio con el soldado Alonso Campofrío y Carvajal, quien no poseía bienes, pero recibió una dote muy importante, que incluía una hacienda en La Ligua. Allí vivió la pareja y allí La Quintrala cometió una serie de crímenes, en muchos de los cuales su marido fue cómplice: entre ellos el del cura doctrinero de los indios, quien con seguridad defendió a los indígenas de los malos tratos de su ama. La servidumbre fue también objeto de sus crueldades: castigos con el látigo, en el cepo y diversas torturas, sin importar la edad y el sexo. 

Tras largos años de impunidad, pese a las demandas de justicia del obispo Salcedo, se envió una misión secreta que investigó y encontró fundamentos suficientes para juzgarla. Sometida a proceso en la Real Audiencia de Santiago en 1660, el juicio duró cuatro años, pues usó sus influencias para dilatar el proceso. Fue acusada de 14 asesinatos (de los 39 que se investigaron), y se la condenó a pagar 1.000 pesos por cada negro y 500 pesos por cada indio. Un año después del juicio murió. 

De mentalidad enfermiza y contradictoria, La Quintrala era devota del Cristo de la Agonía que existía en la iglesia San Agustín. En su testamento pidió ser enterrada vistiendo los hábitos agustinos en dicho recinto. Donó 6.000 pesos para costear una procesión anual el 13 de mayo (el día en que se recordaba al Señor de Mayo y el terremoto de 1647) de forma perpetua, por la expiación de sus pecados, además de otras sumas para celebrar misas en sufragio de su alma y de las almas de los indios encomendados que maltrató.




Terremotos. Algunos "males" del Chile Colonial.

Terremoto de Mayo de 1647.

A las 22.30 del lunes 13 de mayo de 1647, se sintió el terremoto más destructivo en la historia de Santiago. Según descripciones de la época, el sismo tuvo una duración del "tiempo que se demora uno en rezar entre tres o cuatro Credos". La mayoría de las construcciones de Santiago se desmoronaron de inmediato, debido principalmente al abandono de las medidas de protección antisísmico producto de la ausencia prolongada de terremotos.

Con tanto estruendo, fuerza y movimiento que al punto que comenzó a temblar, comenzaron a caer los edificios que se habían hecho en el discurso de más de cien años, y con notable sentimiento en toda la ciudad, ni en su jurisdicción, no quedó ninguno chico ni grande que no se hubiese de habitar, después de remendado, con grandísimo riesgo.

Relato del terremoto por el Cabildo de Santiago


 El Cristo de Mayo de la Iglesia de San Agustín, en el centro de Santiago.

Ante el temor del inicio de una revuelta entre los esclavos y los indígenas, el gobierno estableció de inmediato un improvisado ejército para controlar cualquier intento de rebelión, ejecutando en el acto a cualquier persona que atentara contra el orden público. El evento despertó la religiosidad de la población y de inmediato se realizaron extensas procesiones entre las ruinas de la capital, mientras que muchas personas comenzaron a ver milagros y sucesos sobrenaturales. Entre ellos, imágenes de Dios en el cielo azotando a la ciudad con una espada y bolas de fuego que bajaron desde los aires. El mismísimo obispo Villarroel le contó al Consejo de Indias que en la iglesia de la Merced, la figura de San Pedro Nolasco se giró hacia la de la Virgen María para pedir que intercediera para salvar a los habitantes de la ciudad, mientras que Diego de Rosales afirma que la figura de Nolasco se giró hacia la del sagrario para pedir clemencia directamente hacia Dios. Sin embargo, la más trascendente de estas historias es la del Cristo de Mayo, un crucifijo en el Templo San Agustín que permaneció intacto a excepción de la corona de espinas que cayó al cuello. La imagen, que se conserva hasta el día de hoy, es llevada en procesión todos los años por el centro de Santiago y se le atribuye que cada vez que se ha intentado reponer la corona en su posición correcta, un temblor azota a Chile.

Algunos días después, fuertes lluvias cayeron sobre la ciudad lo que agravó las pésimas condiciones de salubridad. Se estima que 2.000 personas habrían fallecido en las semanas siguientes víctimas de la epidemia de "chavalongo", nombre con el que se conocía al tifus. La gran destrucción de la ciudad y la grave crisis económica existente en esos años hicieron al gobierno estimar la posibilidad de trasladar la capital algunos kilómetros al norte de la ciudad, en la zona en que actualmente se ubica Quillota, tal como ocurrió con Concepción en 1751. Sin embargo, la idea pronto fue desechada y se prefirió la reconstrucción de Santiago.

Terremoto de Valparaíso de 1730.

El Terremoto de Valparaiso de 1730, fue un movimiento sísmico ocurrido el 8 de julio de 1730, con epicentro en la, entonces inexistente, ciudad de Viña del mar. Fue percibido desde Iquique hasta Osorno, siendo las ciudades más afectadas las de La Serena, Valparaíso, Santiago y Concepción. Provocó un tsunami muy destructivo en toda la zona central de Chile.
Ocurrió a las 04:45 AM. Afecto a la infrastructura total de las ciudades mencionadas y dañar seriamente el patrimonio cultural y religioso de La Serena.


Pintura de Valparaíso en 1730.

Efectos en la infraestructura

En Santiago, el sismo afectó a gran parte de las edificaciones. Las iglesias de Santo Domingo y de la Merced se derrumbaron por completo; la Compañía, la Catedral, San Francisco y San Agustín perdieron sus torres; más de la mitad de las casas cayeron, quedando inhabitables. Para colmo, dos días después se descargó una lluvia que duró veinticuatro horas, amenazando con desbordar el Mapocho.

El gran terremoto afecta a la zona comprendida entre La Serena y Valdivia. De nuevo Santiago es destruida, aunque con menos víctimas que antes. En la costa los estragos son mayores por el maremoto. Las edificaciones rurales quedan por el suelo y lo que no fue aplastado se malogra por las lluvias torrenciales del invierno que ya se había iniciado. Como en otras ocasiones, la peste y la viruela que se presentan en 1731 matan a muchos que se habían salvado en el terremoto.

Las autoridades ponen su empeño en la reconstrucción de las ciudades, se requiere el adelanto del situado desde Lima y se eximen los impuestos por tres años. Entonces la población era en su mayoría rural, radicada en las haciendas, caseríos o a orillas de los pocos caminos. El gobernador Manso de Velasco estima oportuno establecer otros pueblos entre Santiago y Chillán, considerando la recuperación del país. A partir de 1740 se fundan las villas de San Felipe, Los Ángeles, Cauquenes, Talca, San Fernando, Melipilla, Rancagua, Curicó y Copiapó en el norte, obra que se realiza con el aporte de los propios vecinos.

Tsunami

Se generó un tsunami que afectó desde Callao en Perú a Valdivia por el sur en Chile. Al llegar a la Bahía de Concepción desde el norte el fenómeno se manifestó de manera similar a los anteriores, el mar se retiró aproximadamente un kilómetro de la playa y cuatro olas gigantescas seguidas destruyeron los 2/3 de Concepción, arrastrando los objetos al mar. La ciudad de Concepción fue una de las más afectadas por el tsunami. En Valparaiso, el tsunami sólo inundó las partes bajas y arrasó las bodegas más inmediatas a la playa.


Terremoto de Concepción de 1751.

La ciudad de Concepción había sido azotada ya antes por bastantes sismos. En esta ocasión todavía estaba en fase de recuperación del maremoto y terremoto que la destruyó completamente en 1730. Horas antes del sismo, en la noche del 23 de mayo, hubo varios temblores. Esto causó que algunos penquistas, acostumbrados a los terremotos, se prepararan esperando lo peor.

Desarrollo

La catástrofe se compone de dos partes: el terremoto en sí, y unos 10 a 40 minutos después con una serie de tsunamis.



Terremoto

Alrededor de la 1:00 de la madrugada se inició el sismo. De acuerdo a la crónica de un habitante de Valparaíso y a otra de un habitante de Concepción el terremoto duro cerca de 6 minutos, aunque en Valparaíso no se registraron mayores daños. Durante el sismo y posterior tsunami todas las edificaciones de la ciudad de Concepción fueron destruidas. Los registros señalan que el terremoto fue tan intenso que «los habitantes no se podían mantener de pie».
El sismo se sintió en el resto de la zona central, pero no con tanta intensidad. Una de las ciudades más afectadas luego de Concepción fue Chillán en donde la totalidad de la ciudad resultó destruida y el río cambió de curso quedando cerca de 15 cuadras de su antiguo lecho. En Santiago la torre de la catedral fue destruida por el temblor aunque no se reportaron mayores daños en el resto de la ciudad.

Tsunami

Entre las 1:05 y las 1:45, el mar se recogió más de 1 km, para luego volver con 3 a 5 olas. La altura y la fuerza de éstas fue en aumento, por lo que la última fue la más desastrosa. Marejadas fueron percibidas hasta el puerto de El Callao en Perú.El maremoto también fue sentido con fuerza en el Archipiélago Juan Fernández donde murieron 35 personas incluidos el gobernador y su familia.

Consecuencias

La consecuencia principal del terremoto fue el traslado de la ciudad (14 años después del sismo) hasta su actual ubicación, en parte como respuesta de los vecinos a las destrucciones sucesivas de los tsunamis de 1730 y 1751. El lugar elegido (luego de una larga controversia entre las autoridades civiles y religiosas, encabezadas por el Obispo José de Toro y Zambrano Romo) fue el valle de la Mocha, donde se asienta actualmente Concepción. Aun así el gentilicio de la ciudad no se modificó, quedando como penquista.


Imágenes de la Guerra de Arauco


La Batalla de Curalaba, conocida también como Desastre o Victoria de Curalaba, según las fuentes sean españolas o mapuches, fue una importante derrota militar de las fuerzas españolas frente a los mapuches ocurrida en 1598. Es considerada una de las principales acciones bélicas de la Guerra de Arauco. Consistió en la casi total aniquilación de una columna comandada por el gobernador de Chile Martín Óñez de Loyola a manos de las huestes dirigidas por el toqui Pelantaro. Esta derrota y la muerte del gobernador desencadenó el abandono masivo de varias ciudades y fuertes españoles del sur de Chile.





Lautaro, habitualmente considerado como el mayor estratega mapuche de la guerra (Toqui de guerra), óleo de Pedro Subercaseaux.


Mapuches orando a la Virgen María, en la obra del jesuita Alonso de Ovalle. Expresión gráfica del proyecto de conquista religiosa presentado a fines del siglo XVI frente al fracaso de la conquista militar: la Guerra Defensiva.



Guerra de Arauco.



Se dice que quienes quedaban esperando a los guerreros mapuches, que iban a combatir con los españoles, los lloraban desconsoladamente. Estas lágrimas se habían transformado en copihues.

La Guerra de Arauco fue el enfrentamiento que se dio por casi tres siglos entre los Mapuches y los hispano-criollos, y posteriormente con los chilenos. A lo largo de la guerra hubo períodos de mayor y de menos intensidad.

La guerra puede ser dividida en las siguientes etapas:
- Guerra Ofensiva: desde la llegada de los españoles hasta el desastre de Curalaba en 1598.
- Guerra Defensiva: de 1612 a 1626.
- Guerra Ofensiva: de 1626 a 1662
- Sistema de Parlamentos: desde 1654

Durante todo el siglo XVI se dieron una serie de enfrentamientos entre los españoles y los mapuches. Estos terminaron con un alzamiento general de los indígenas al sur del BioBio, conocido como el Desastre de Curalaba. En la batalla murió el gobernador Martín García Oñez de Loyola.

Este desastre marcó el fin de la Conquista. Curalaba también constituía el mayor revés para los españoles en tierra americana, ya que el terreno perdido no volvería a recuperarse, efectivamente, en los doscientos años siguientes. Una de las primeras medidas tomadas por la corona española para ordenar el descalabro generado tras Curalaba, donde muchos asentamientos terminaron saqueados y totalmente destruidos, fue el nombramiento de un hombre con experiencia en la resolución de conflictos: Alonso de Ribera. Este militar español se había destacado en las guerras de Italia y de Flandes y parecía ser la persona idónea para pacificar una de las zonas que más problemas, bajas humanas y pérdidas de recursos habían ocasionado a los españoles.

Tras su arribo al país, el nuevo gobernador constató la existencia de un ejército improvisado y carente de disciplina militar. Por ello, Ribera fijó como uno de sus primeros objetivos la profesionalización de las tropas. Así, aplicando un estricto régimen y organización interna, consiguió ordenar a los militares.

En 1604 el rey de España Felipe III emitió una Real Cédula que autorizaba la creación de un ejército permanente en la región y el envío de dinero y especies desde el virreinato del Perú para apoyarlo. Gran parte del dinero sería destinado a financiar los sueldos de los soldados.

Al mismo tiempo, Ribera logró definir importantes tareas al interior del ejército y levantar una serie de fuertes en la zona norte del río Biobío, estableciendo una especie de frontera entre los españoles y los indígenas combatientes. Esto calmaría los enfrentamientos entre los bandos, los que se limitarían a las malocas (entradas violentas de españoles en zona mapuche para buscar esclavos) o a los malones (asalto de los indígenas a los asentamientos españoles).

Debido a la falta de indígenas para el trabajo en las haciendas, la Corona decretó en 1608 la esclavitud de los aborígenes detenidos en la guerra, y su valor era repartido entre el gobernador, los oficiales y los soldados. Con esto, el concepto de esta guerra fue cambiando, organizando expediciones con el pretexto de atacar a aborígenes subversivos; pero el verdadero motivo era capturar esclavos, lo que se conoció con el nombre de malocas. Los aborígenes, por su parte, efectuaban malones o ataques sorpresivos a las estancias o lugares fronterizos para robar ganado, mujeres y niños.

El comercio y el mestizaje

A pesar de la violencia existente entre aborígenes y españoles, desde su primer encuentro tuvieron necesidad de intercambiar bienes y productos. Los aborígenes se inclinaban por los artículos de hierro, géneros y baratijas; pero por sobre todo les interesaba el aguardiente y el vino. Por su parte, los españoles, requerían ponchos, alimentos y ganado. Durante el siglo XVIII el comercio entre los dos bandos estaba absolutamente organizado.

El contacto entre ellos los llevó no solo a adquirir productos materiales, sino a mezclarse unos con otros. Los españoles vivían con varias indias, mientras los indígenas tomaban prisioneras a mujeres blancas. Con esto, se llevó a cabo un largo proceso de mestizaje; el mestizo se convirtió en el símbolo de la unión entre dos pueblos.

La guerra defensiva

Fray Bartolomé de Las Casas, defensor de los indígenas americanos.
Fray Bartolomé de Las Casas, defensor de los indígenas americanos.

A comienzos del siglo XVII hubo un cambio en la estrategia de la guerra, producto de las ideas de fray Bartolomé de Las Casas. Tras su ordenamiento como sacerdote, el español De Las Casas conoció la realidad vivida por los indígenas después del arribo de los conquistadores, lo que lo llevó a impulsar una campaña para terminar con los abusos e injusticias. Su determinación fue tal, que incluso llegó hasta la corte real a exponer sus ideas, las que fueron escuchadas y también implementadas.

Aunque como integrante de la Iglesia Católica, el fray condenaba muchas de las creencias de los nativos (como los cultos politeístas o la poligamia), criticaba el modo en que se les trataba. Para él, la evangelización no justificaba la utilización de la violencia desmedida ni tampoco las continuas humillaciones por las que tenían que pasar los indios.

Si bien las ideas del padre De Las Casas fueron postuladas al otro lado del Atlántico, hubo quienes hicieron eco de ellas, llegando hasta nuestro territorio. De la mano de los integrantes de la Compañía de Jesús, y basándose en las ideas evangelizadoras y pacifistas, se impulsó entonces la llamada guerra defensiva, que consistía en eliminar todos los métodos violentos de conquista, pacificando a los insurgentes a través de la evangelización. El gran promotor en Chile de esta idea fue el padre jesuita Luis de Valdivia, quien consiguió el apoyo de Felipe III para concretar su estrategia. De vuelta en el país y cuando el conflicto recrudecía en el sur, Luis De Valdivia convocó a una reunión a los loncos de Concepción, en 1612, para explicarles el acuerdo de paz. Los europeos respetarían sus tierras, a cambio de que ellos permitieran el ingreso de misiones evangelizadoras.

Los jefes mapuches aceptaron el trato, pero bastaría solo una provocación para que los planes de paz fracasaran. En una de las primeras misiones, los mapuches dieron muerte a tres sacerdotes, tras torturarlos con gran crueldad. Con ello se colocaba fin a uno de los proyectos más optimistas y menos violentos para terminar con el conflicto en Arauco.

La guerra defensiva contempló los siguientes aspectos:
- Se mantuvo la línea defensiva en el Biobío, prohibiendo a los militares pasar más allá.
- Se mantuvo el ejército permanente.
- Se estudió un sistema de tributos para los araucanos, que reemplazaría el trabajo en encomiendas. 
- Se suspendió la Real Cédula que declaraba esclavos a los aborígenes.
- Se perdonó en nombre del rey a todos los rebeldes.

El padre Valdivia debía organizar la predicación entre los araucanos, pero a pesar de sus esfuerzos y los del gobernador Alonso de Ribera, la guerra defensiva no prosperó. Mapuches y españoles continuaron luchando. Este tipo de guerra existió legalmente hasta el año 1626, cuando Felipe IV autorizó volver a la guerra ofensiva y declaró vigente la Real Cédula de 1608, que hacía esclavos a los rebeldes.

La vida en la frontera

Cuando finalizó la Conquista, a fines del siglo XVI, los araucanos no habían podido ser sometidos por los españoles, por lo que se hizo necesaria una nueva estrategia para enfrentarlos. Durante este período hubo numerosos desastres, ciudades saqueadas, quemadas y abandonadas a su suerte luego del triunfo mapuche en Curalaba en 1598, donde además fue derrotado y muerto el gobernador Martín García Óñez de Loyola. Ante esto, los españoles renunciaron por el momento a la conquista de la Araucanía, conformándose con una frontera en el río Biobío.

En este período fue nombrado gobernador Alonso de Ribera (1601-1605), quien se dio cuenta de que no era posible derrotar a los mapuches si no contaban con un ejército profesional. Para esto, pidió al rey Felipe III la autorización y los medios para crearlo, formándose así en 1604 un ejército de carácter permanente y pagado, integrado por más de 1.500 soldados.

Mientras, Ribera levantaba numerosos fuertes en la margen norte del Biobío, dividiendo el mundo indígena del mundo europeo; se encargó de elaborar tácticas de guerra y preparar todos los elementos logísticos que requería su ejército. Con esto, se puso fin a la guerra ofensiva que caracterizó el período de la Conquista. En 1605 asumió como gobernador Alonso García de Ramón, quien se mantendría en el poder hasta 1610.

La guerra ofensiva

Alonso de Ribera intentó reorganizar el ejército y fijó como frontera el río Biobío.
Alonso de Ribera intentó reorganizar el ejército y fijó como frontera el río Biobío.

Como el sistema del padre Luis de Valdivia no funcionó en 1626 se volvió al sistema ideado por el gobernador Alonso de Ribera, que consistía en una frontera fortificada con fuertes que debía ir avanzando lentamente.

El regreso de los combates ofensivos no solo se justificaba por el absoluto fracaso del plan del padre Luis de Valdivia, sino que también permitía la captura y esclavización de los indígenas sorprendidos con armas los que, en gran cantidad, fueron destinados como mano de obra en las estancias.

Se volvía así a una serie de enfrentamientos sangrientos, que arrojaban una gran cantidad de muertos y prisioneros de ambos bandos. En la mayoría de las ocasiones, los españoles solo buscaban provocar a los indígenas para capturarlos como esclavos, mientras que los mapuches respondían con violentos saqueos a las estancias, asolando cultivos y poblados enteros.



Mapa Marítimo del Estrecho de Magallanes 1769

Realizado por Juan de la Cruz Cano y Olmedilla en 1769. Corresponde al más completo mapa del Estrecho de la época, por la nutrida toponimia que ofrece y la imagen del archipiélago occidental de Tierra del Fuego. Sin embargo, su dibujo es imperfecto, pues se aleja de la realidad geográfica.